domingo, 25 de enero de 2015

Capítulo 3. OTRA VEZ TÚ.

Es imposible seguirle el ritmo. Me es difícil hasta respirar. Los gemelos me arden. El sudor corre por mi frente. Siento que la braga me asfixia. La vista se me empieza a nublar. Estoy exhausta. Ya no puedo dar más de mí. Bonito cinco de enero…
-¡Anabel! -mi garganta hace un enorme esfuerzo en gritar, casi ahogada, su nombre.
-¿Qué ocurre? -se gira sin parar el trote. -¿pero qué te pasa? -se alarma, probablemente al verme la cara. No es que sea muy fea, es porque estoy muriéndome. Se quita los cascos y me acompaña a un banco. Me siento y trato de recuperar la respiración. Tengo la sensación de haber recorrido toda España. -¿hacía mucho que no corrías? -asiento. No pienso emplear ni una gota de oxígeno en hablar. -anda, vamos a casa.
-Por favor. -ruego totalmente abatida.
Al entrar en casa, mi padre comienza a reír. Le lanzo una mirada de odio y sus carcajadas se desvanecen lentamente.
-¿Te ha dado mucha caña? -pregunta. Parpadeo lentamente. -entiendo.
-¡Pero ha sido divertido! -exclama ella. ¿Divertido correr? ¿desde cuándo? Soy una negada para el deporte, lo reconozco. -¿te has afeitado? -sonríe sugerente mi madrastra. Escenita empalagosa a la vista… Salgo pitando a la ducha, donde mis músculos se calman lentamente bajo el chorro caliente que sale de la manguera.
Salgo del baño y encuentro a Macarena con mi móvil. La observo. Necesito saber cuáles son sus objetivos. Mi teléfono suena y se pone nerviosa. Busca desesperada un botón. Aparezco a su lado y pega un bote.
-Perdona, no quería asustarte. -me disculpo.
-¡Esto no para de sonar! -me lo da. Hoy a mis amigos les ha dado por hablar. Abro la conversación, que tiene más de cien mensajes. Intento llegar al inicio pero me es imposible. No se callan.
YO: ¿Qué os pasa?
SONIA: ¡¡IRENE!! ¿Qué tal por Madrid?
PABLO: ¡Por fin das señales de vida! ¡No sabes lo que te perdiste en fin de año!
Parece ser que me echan de menos. Leo intentando no frustrarme. Realmente fue una gran fiesta y yo me la perdí, para variar. Pasaron toda la noche bailando, cantando, jugando a los típicos juegos de preguntas… Y sí, acabaron reventados en la churrería del barrio.
YO: Me alegro de que lo hayáis pasado tan bien. Yo jugué al póker y me bebí media botella de vodka azul.
SONIA: ¡Qué asco, tía! ¡Esas botellas las rellenan en la sección de perfumería del Mercadona! -se me escapa una carcajada al leerlo.
YO: Al tercer buche se va pareciendo más a una bebida, créeme.
PABLO: Bueno, al menos sigues viva. ¿Cuándo podremos verte por aquí?
YO: Llego esta noche, ¿por qué no venís a recogerme y vamos a tomar algo?
SONIA: Mientras no sea vodka azul…
Hablar con ellos me anima, son como un apoyo, un respaldo en el que descansar y tomar algo de aire fresco. A Sonia la conozco de hace muy poco, pero en apenas una semana sentía que había vivido a mi lado desde que nací. Es un poco burra, cabezona, pero sabemos que muy, muy, muy en el fondo, tiene un corazón enorme. Pablo, sin embargo, es amigo de la familia. Así que he tenido la suerte de verle el careto durante estos 17 años. Según mi madre, cuando éramos pequeños, pasábamos la mayor parte del tiempo juntos. Él jugaba con mis barbies y yo pulsaba el botón de su scalextric hasta que echaba humo. Mi amigo es uno de esos chicos que pasan desapercibidos entre la multitud, que son cariñosos, respetuosos, callados. Está en peligro de extinción, eso sí. Pocos quedan como él.

-Ha sido un placer conocerte. -me dice Macarena en la despedida. Suelto un falso "igualmente" por cortesía. Abrazo a mi madrastra sabiendo que en poco más de una semana la volveré a ver.
-¡Suerte con la vuelta al cole! -levanta el puño a la vez que exclama con esa voz chillona. Agradezco su deseo y subo al coche con mi elegante padre. Acaba de volver del trabajo y viene enchaquetado y con corbata. Me viene a la mente el seductor más famoso de la literatura erótica, Christian Grey. Me trago la risa.
-¿Lo has pasado bien? -me pregunta de camino a la estación.
-Sí, claro. No ha estado tan mal. -miento.
-¿Seguro? Parecías aburrida.
-Bueno… -suspiro. -digamos que a mi edad…
-Ya, ya lo sé. -me aprieta el muslo justo donde tengo cosquillas. Me encojo. -pero esa sensibilidad en los laterales de la rodilla no cambia. -ríe. Hay veces en las que lo mataría, y otras en las que siento que tengo un padrazo. -oye, ¿hay algún…? Ya sabes, ¿algún chico?
-Papá… por favor. -me disgusto.
-¡Vamos! ¡Yo también quiero saberlo!
-No hay ningún chico… -alargo la "O". Qué pesado. Toda la familia siempre con la misma maldita e incómoda pregunta. ¿Sabéis que existe algo más en la vida que tener novio?
-Puedes contármelo… -no dejo que termine.
-Gracias, papá, será un verdadero placer hablar contigo de chicos. -digo con ironía.
-Es que me cuesta creer que no tengas ningún ligue con esos ojazos verdes que tienes. -exagera cada palabra que vocaliza.
-¿Lo dices porque son iguales que los tuyos? -levanta el índice y comienza a negarlo entre risas. Es un creído. No hace falta que me lo niegue, yo lo sé.
Llegamos a la estación en la que me despido de mi padre. Me abraza con fuerza, como si fuese la última vez que me viese.
-Tranquilo. -río.
-Te quiero mucho. -dice. Saca un sobre de su bolsillo.
-¿Qué es eso? -pregunto intrigada. Me lanza una sonrisa. Conozco esa expresión. Va a hacerme un regalo. Me lo pone en la mano. Lo miro. Sus letras cursivas decoran el papel. "Felices Reyes.". Me pregunto qué habrá dentro.
-Vamos, ábrelo. -me pide impaciente. Lo hago. Son unas entradas VIP para Malú. Se me salen los ojos, literalmente. Se me congela la sangre. No coagulo. Es el mejor regalo que me ha hecho. Comienzo a imaginar ese día. Es totalmente increíble. -¿vas a decir algo...? -me lanzo a su cuello. Lo aprieto. Hace como que se ahoga y a mí se me escapa una carcajada.
-Gracias, papá.
-Ha sido Melchor.
-Tengo 17 años... -me quejo. -pero gracias, Melchor. -reímos. Camino hacia el tren sin parar de mirar las entradas. No puedo creerlo. Aún faltan meses y meses, pero ese día será perfecto. Tendré que pensar bien quien merece la segunda entrada…
-¡Hey! ¡La de las uvas de lata! -se me suben los colores. "El chico buenorro de ojos azules..." bromea mi subconsciente.
-¡El del supermercado! -le sigo, aunque no sé cómo he sido capaz de decir tres palabras seguidas sin atragantarme.
-Qué casualidad, ¿no? -su maldita risa es tan perfecta que me hace odiarla. El blanco de sus dientes me deslumbra. ¿Por qué tan sexy? Se agarra el flequillo con seguridad.
-Ya ves. -sonrío excesivamente. Intento ser sexy. Le guiño un ojo.

Me siento tonta.
-Quizás podríamos sentarnos juntos en el vagón.
-¡Es una fantástica idea! -exclama emocionado.
-¿Te digo lo que sería fantástico…? -murmuro.
-¿Decías algo? -niego con la cabeza. Creo que acabo de ponerme roja.
El chico me deja el lado de la ventana y se sienta a mi lado. Estoy medio temblando. ¿Por qué me pondré tan nerviosa? Me acomodo como puedo en el asiento mientras que él saca unos cascos. Se pone uno en la oreja derecha y conecta el cable blanco a su smartphone. Tiene la pantalla rota en tres. ¿Qué le habrá pasado?
-¿Te apetece? -me ofrece el otro auricular. No dudo un instante. Sonrío y asiento. Lo introduce en mi oreja dulcemente. -¿bien? -pregunta. -vuelvo a asentir. Suena la radio.
Durante el trayecto no paramos de comentar las canciones que suenan. Consigo averiguar que le gusta el pop, más el extranjero que el español, y detesta la música electrónica. Conforme pasan los minutos me voy relajando más y más. Reposo mi mano en el brazo del asiento. Su piel cálida roza mi dedo meñique. Trago saliva. "No la cagues, no te muevas, estate quieta", pienso una y otra vez. La tensión vuelve a apoderarse de mí. Respiro hondo. Las pulsaciones se calman. Tal vez… solo sea casualidad. Tal vez no lo esté meditando… Pero… ¿y si es un intento de acercamiento? Mi corazón bombea con fuerza.
Un timbre agudo me deja sorda. Los dos apartamos los cascos y nuestros dedos a la vez.
-¡Oh, mi hermana! -dice. Se levanta y se va a charlar por teléfono. Me quedo completamente sedada en el sillón. No sé cuánto tiempo hemos estado así de quietos, solo sé que me ha encantado. Intento distraerme con otra cosa. Saco el libro y trato de concentrarme en el cáncer de Hazel Grace. -me encantó esa película. -me asusta. "Mister carrefour" ha tardado mucho.
-Yo aún no la he visto. Quiero terminar el libro antes. -sonrío.
-A mí me obligó mi novia a verla. -la palabra novia resuena en mi cabeza. ¡Mierda!
-Oh, tienes novia… -me quedó asintiendo. He sido un poco idiota. ¿Cómo no iba a tener novia un tío así?
-Sí, de hecho voy a verla ahora mismo. -tuerce la sonrisa. Siento el impulso de darle un beso. Lo sofoco pellizcándome el muslo. Sentiréis envidia de mí, no puedo tener más suerte con los hombres. Me río para adentro de mi desgracia. El tren frena. Me parece oler a mar ya. Salimos juntos arrastrando nuestras respectivas maletas. Una pelirroja de su misma estatura lo abraza como si fuera un koala. Me aparto de ellos sin decir nada.
-¿Quién era ese bombón? -Sonia me asalta de repente.
-Hola a ti también. -río.
-¡Joder! -se queda embobada. Me recuerda a mí la primera vez que lo vi. Si es que somos iguales. La abrazo. -¡qué bien hueles!
-Me he echado el vodka por encima. -bromeo. Desato sus risas. -mi "amable madrastra". -digo con tono irónico. -me ha regalado un nuevo perfume. -la informo. Pablo me estruja en su pecho. -¿has estado haciendo pesas o qué? -pregunto al ver sus brazos más hinchados de lo normal.
-Le ha dado por el gimnasio. -me anuncia Sonia con los ojos en blanco. Nuestro amigo actúa así. Recuerdo aquella vez que le dio por cenar en los kebabs. Era una auténtica tortura china. Digo… turca.
-Toca, toca. -me pide, levantando el brazo. Lo hago, ¡qué remedio!
-Wo. Impresionante. -digo indiferente.
-Eres una sosa. -se queja.
-Ajá. -contesto.
-Y una borde. -acabamos riendo como siempre. Me alegro muchísimo de volver con ellos. Los echaba demasiado de menos. En el bar les cuento las vacaciones en Madrid, la efímera ilusión por el chico del centro comercial y el regalazo de mi padre. Ellos me narran eufóricos la noche de fin de año. Es una alegría sentir el dolor en el estómago cuando es de risa…

martes, 20 de enero de 2015

Capítulo 2. AÑO NUEVO, PARTIDA NUEVA.

-Pues tendrá que despertarse ya, son las 9 de la mañana.-oigo la voz chillona de Macarena.
-Mamá, no seas pesada. -le pide mi madrastra.
-Dejadla descansar, el viaje de ayer la dejó hecha polvo.-me defiende mi padre mientras yo vagueo por la cama.
-¡Yo hice el mismo viaje! -se queja. Cada vez el tono es más alto. Lo peor es que cuanto más fuerte habla, más aguda se vuelve su voz. Es... repugnante.

Decido que ya basta de hacer la croqueta en la comodísima cama y me levanto. Me miro en el espejo de la puerta. Estoy horrible. Mis pelos van cada uno en una dirección, mis ojos, rodeados por enormes legañas, están hinchados de tanto dormir. Salgo tal cual. Están los tres en el pasillo, junto a mi puerta. Paso por delante de ellos, mi objetivo es llegar al baño sin que me asalte nadie.
-¡Pero ni buenos días dices! -chilla quien ya sabéis.
-¡Buenos días! -digo, pegando un portazo. Oigo murmullos. Dejo de escucharlos. Paso de todo. Solo quiero que pasen rápidas las horas y poder volver a Málaga. Esto es un infierno.
-Cariño. -el plasta de mi padre me mira nada más abrir la puerta. -¿vienes con nosotros a hacer la compra?
-Qué remedio. -bostezo.
El camino se me hace eterno. No dejan de hablar de política en la radio, y el paisaje ya empieza a aburrirme.
-Papá. -digo dulcemente. Así seguro que me saldré con la mía. -¿puedes cambiar de emisora? -asiente sonriente. Adora que lo llame así, por eso solo lo utilizo en casos realmente necesarios. Al girar la ruleta, una nube de interferencias cubre el ambiente. Me tapo los oídos y hago un sonido desagradable.
-¡Voy voy! -vuelve a girar y aparece la voz inconfundible de Malú. Oh sí, qué suerte tengo. -¡anda, mira por donde!
-¿Te gusta? -pregunta la vieja. Asiento pérdida en los acordes. -a mí…"ni fú ni fá". Algunas canciones están muy bien.
-A Irene le gusta desde pequeña. -interviene Anabel, como si me conociese de toda la vida. -me contó Jordi que tu madre te ponía la canción de Aprendiz cuando estabas en la barriga. -pongo cara indiferente.
-Y no veas como pataleaba. -añade mi padre. -es muy… ay, ¿cómo se dice?
-Malulera. -le responde su "amorcito".
-¡Qué mona! -opina Macarena. Tierra trágame. No soy un bebé. Dejad de tratarme como tal. Casualmente, suena con fuerza el estribillo y me siento enormemente identificada. Deshaceros de mí… Intento concentrarme en la canción pero es demasiado tarde. Ha acabado. También el viaje.
Nos adentramos en uno de los centros comerciales más grandes de Madrid. Me dan mareos solo de verlo. Al bajar la rampa que conduce al parking me doy cuenta de la cantidad de gente que va a haber en el lugar. Están casi todas las plazas ocupadas. Mi padre resopla dando vueltas con el coche.
-¡Ahí! -chillo al ver un hueco.
-Está muy lejos de los ascensores. -replica. ¡Tan tiquismiquis como siempre!
-Amor, ¿no ves que no hay más? -le explica Anabel. Por una vez piensa y descubro que debajo de su sedoso e impecable pelo rubio (de bote) hay algunas neuronas que aún funcionan.
-Sí, tienes razón. Esto está masificado hoy. -me muerdo los nudillos. Lo hago cada vez que me estreso. Sí, estoy estresada. ¿Por qué no aparcó cuando se lo dije? Ah sí, lo olvidaba: "está muy lejos de los ascensores". ¿Qué pasa, que si lo dice doña uñas pintadas la plaza viaja hasta el ladito de los ascensores? Menudo calzonazos.
Salimos del Audi y cruzamos los aparcamientos. El olor raro y común del parking me invade. Avanzamos hasta la otra punta esquivando coches y carritos de la compra. Camino decidida por el supermercado del C.C, pero entonces dejo de oír los pasos de mi "familia". Giro la cabeza y los veo. Miran embobados un maniquí. Me echo sobre una columna. Resoplo una y otra vez. ¿Cuánto les durará el "empanamiento"?
-¿Te ayudo en algo? -un chico que me saca unas dos cabezas me mira sonriente. Lleva el uniforme de la marca. Me quedo completamente embobada. Es guapísimo.
-Eh… no… estoy esperando a… -señalo al grupito de mi padre. El joven ríe y muero en el instante.
-Toma. -me deja el catálogo. -así no te aburres… -y se va, dejando a su paso un rastro de perfume que termina de aniquilarme. Aún no asimilo el intenso color de sus ojos. He visto el mar reflejado en ellos. Vale, se me va. Mi lado poético siempre esperando un buen momento para aflorar…
-¿Quién era ese? -me mira sugerente mi madrastra. "Irene, actúa con normalidad", me digo.
-¿Ese? ¿quién? -desvío mi mirada.
-No te hagas la tonta. -me guiña un ojo. Qué pesada. Odio cuando se pone así.
-Me ha dado esto, no lo conozco. -le doy la revista, que conserva su seductor olor.
-Oh, ¡ofertas, ofertas! -exclama. Río. Sonríe al ver que por una vez, mi risa es sincera. Buscamos buen marisco por la zona de la pescadería, cargo algunas botellas de mi refresco favorito y me hacen dar vueltas para buscar latitas de uvas.
-Has pasado tres veces por este pasillo. -ríe el guaperas de antes. Me sonrojo. A descubierto lo torpe que soy. -¿qué necesitas?
-Uvas. -mis nervios no me dejan construir una frase que tenga sentido gramatical.
-Acompáñeme señorita. -me pide amablemente. "Contigo a cualquier parte", susurra mi mente. Tras andar unos cuantos metros, frena en seco y se gira hacia un estante.-¿cuántas necesitas?
-Cuatro, digo tres. -tartamudeo. Mierda. Soy incapaz de aguantarle la mirada. Ese azul cielo me desestabiliza.-cuatro, cuatro. -me sonrojo. El chico se pone de puntillas y su camiseta se levanta. Me es imposible no mirar su espalda descubierta.
-Aquí tienes. -las agarro con firmeza. Intentaré no tirarlas. Intentaré no volver a cagarla. -¡feliz año! -se despide.
-¡Por fin! -exclama mi padre quitándome las latas de las manos para introducirlas en el carro. -¿dónde estaban?
-Ahí. -señalo el estante. Me revuelve el pelo como si fuera un perro. Me escurro muerta de vergüenza.

Son las once y cincuenta y cinco minutos. A nada de empezar el 2015. Dentro de lo que cabe no ha sido un mal año. En realidad, para qué engañarnos, ha sido como el anterior. Las cosas no han cambiado. Todo en mi vida sigue siendo igual de malo o bueno, según quiera verlo. No dejo buscar un propósito de esos que luego no cumplimos. No se me ocurre ninguno… Levanto la vista y veo a mi padre mordiéndole el labio a Anabel. Por una vez no me parece asqueroso. Por una vez siento envidia. Puedo sentir su felicidad, sus sonrisas hablan por sí solas. ¿Puedo proponerme ser menos yo  y ser más mi padre? Me gustaría enamorarme, quiero sentir eso. Sí, venga. Probablemente a mitad de enero esta escenita me volverá a parecer tan repugnante como el amor… Me pregunto si habrá alguien que me cambie, en ese sentido. Me pregunto si habrá por ahí unos ojos que me paralicen como los del dependiente.
-¡¡Los cuartos!! -grita Macarena. Vuelvo en mí. Los presentadores cantan las campanadas como si les fuera las vida en ello. Yo trato de no ahogarme. El reloj marca las 12 definitivamente y a mí me quedan dos uvas aún.
-¡¡FELIZ 2015!! -saltan de la silla. Me uno a su euforia con una copa de champán. Brindo con énfasis. Hola, nuevo año.
Recogemos la mesa y mi padre saca una baraja de póker, su entretenimiento favorito.
-¿Vamos a empezar al año jugando? -pregunto.
-¿Y cómo lo hemos empezado otros años? -sonríe. Aún recuerdo las partidas de nochevieja con toda la familia, cuando mis padres eran uno. -aunque tú  deberías estar de fiesta. -me riñe.
-¿Aquí, no? -me quejo. Ojalá pudiera estar con mis amigos. Deben de estar pasándolo genial. Se produce un silencio incómodo. No amargues la noche, Irene. Agarro las cartas y las barajo.

-¿Cómo se juega a esto? -pregunta la madre de Anabel, muy interesada. Mi padre comienza a dar una larga explicación con el sonido de las cartas mezclándose entre mis manos. Al final la noche no es tan horrible. No es tan infierno como pensé. No es tan insoportable como imaginé. Me tocan las mejores cartas, sonrío automáticamente. Y así comienzo el año, una vez más. Porque que hay cosas que nunca cambian. 

domingo, 18 de enero de 2015

Capítulo 1. FATAL CASUALIDAD.

Todo en el cuarto vagón atrae mi atención. Los pasajeros más jóvenes están tan nerviosos como ilusionados. Entran dando bandazos con las maletas, riendo a carcajadas. Son un grupo numeroso, aunque también hay familias. Los padres no pierden de vista a sus pequeños, que observan impresionados el AVE. Vienen cubiertos de capas. Chaquetón sobre  chaquetón, bufanda, gorro, y guantes. En frente de mi asiento está sentado un hombre de mediana edad que mira inquieto a su alrededor. Parece impaciente. Nervioso. Me pregunto cuál será el motivo de tal comportamiento. A mi lado se encuentra una señora mayor que no deja de mirarme. Comienza a estresarme. Yo le sonrío forzosamente. ¿No percibe mi incomodidad? Odio profundamente que la gente se me quede mirando de esa forma. Me echo un poco hacia el lado y saco un libro de mi mochila. Leer me distraerá. O eso creo. Ahora mi compañera de viaje tiene una nueva meta. Trata de saber qué libro descansa en mis manos.
-¿Qué lees? -pregunta curiosa, al no conseguir leer el título.
-Nada, una novela de adolescentes. -contesto sin detallar. No me apetece hablar.
-¿Cuál es? -insiste. Resoplo desesperada.
-Bajo la misma estrella. -respondo de mala gana. -ni le suena, ¿verdad? -se asusta.
-Estos jóvenes… qué poco respeto…  -balbucea. Me habla de respeto cuando ella no ha dejado de intimidarme… 
Parece que se olvida por fin de mi… ahora molesta al chico nervioso del asiento de enfrente. Sigue tembloroso. -¿qué te ocurre, muchacho?
-Me da… pavor montarme en trenes. -confiesa. Se agarra fuerte las manos. -no… no me gustan. Ni los trenes, ni los aviones, ni los barcos…  
-Tranquilo. -ríe. -esto es muy seguro. -dice, a la vez que el motor se pone en marcha. En tres horas y pico estaré en Madrid. No me hace particular ilusión. Para mí es una rutina ir a la capital cada fin de semana. Mis padres están separados y aunque sea egoísta decirlo, la más perjudicada soy yo. Tener que recorrerme como 500 kilómetros cada viernes y domingo no es agradable. Ya no solo por el viaje, si no por mi tiempo libre. Los fines de semana son para descansar, salir y divertirme. En Madrid solo hago lo primero. Así que debo ser la única adolescente en el planeta que cada sábado se queda en casa. Y por si fuera poco, tengo que soportar la horripilante escena de mi padre y una rubia de casi mi misma edad babeando delante de mí. Suena tan asqueroso como es. Creedme. Es insoportable. Se me revuelven las tripas solo de pensar en ello.
-¿Quieres? -de nuevo la mujer de mi derecha molestándome. Me ofrece caramelos de menta.
-No, gracias. -rechazo.
-¿Te has aburrido del libro? Veo que llevas un tiempo sin mirarlo.
-Estoy pensando. -contesto con la esperanza de que no vuelva a interrogarme. El camino de hoy va a ser largo. Muy largo.
-¿Qué piensas? -pregunta. Me encojo de hombros. No me apetece entablar conversación con ella. -¿cómo vas a pasar la navidad?
-Voy a casa de mi padre a celebrar el fin de año.
-Oh, yo a casa de mi yerno. -sonríe satisfecha. -es un gran empresario.
-Mi padre también, qué casualidad. -la mujer ríe exageradamente, algo que no entendí. Sé de sobra que no soy graciosa.
Después de estar otro rato intentando sacarme información y yo respondiendo cortante, desvío mi mirada al best seller de John Green. Quizás así el tiempo pase más rápido. Adoro leer desde pequeña. Es genial poder imaginar una historia, con sus paisajes y sus personajes. Y todo ello a través de palabras. Y lo mejor es que cada persona monta su propia escena en su cabeza. La magia de la lectura es única. Sin duda. Yo no lo cambio por las películas, ni por los videojuegos. La lectura es una parte de mí.

-¿No te encantan estas casualidades de la vida? -ríe con sus estruendosas carcajadas. Yo sonrío sin poner empeño en ello.
-Es genial, ¿verdad Irene? -pregunta mi padre, que acaba de llegar a la estación, dándome un codazo. Sí, es lo que teméis. La impertinente señora de mi izquierda es la madre de mi madrastra. Qué regalazo de navidad. Asiento con los ojos en blanco. Es imposible disfrazar mi mal humor.
-Anda, llévame la maleta tú que estás joven. -me sorprendo al ver que se está dirigiendo a mí. Agarro el asa para no tener que escuchar nada más. Se me cae el brazo, literalmente. ¿Pero qué trae aquí dentro…? ¿Un muerto para la cena? Me abstengo de comentarios. Esta mujer tiene salidas para todo.
Al llegar a la lujosa casa de mi padre, me instalo en mi cuarto. Él siempre ha intentado "comprarme". En el sentido de que me ofrece caprichos cada vez que voy porque cree que eso le hará mejor padre, pero está bastante equivocado. Es una forma, digamos, de hacerse sentir mejor. He de reconocer que la habitación es mil veces mejor a la que tengo en Málaga, donde vivo con mi madre. Es espaciosa, y los enormes ventanales hacen que la luz ilumine toda la estancia. La cama es amplia, y el colchón es realmente cómodo. Un escritorio que hace rincón soporta un ordenador carísimo, muy explotado por mí. A ver, no hago otra cosa cuando vengo a Madrid. Estanterías con una forma un tanto extraña, aguantan cientos de libros. Algunos están leídos hasta la saciedad, otros ni los he mirado. El armario está siempre casi vacío, hay alguna sudadera y pantalones cómodos. Y la joya del cuarto, el enorme equipo de sonido.
-¿Cielo, puedo hablar contigo? -entra mi padre.
-Sí.
-Me gustaría que dijeras unas palabras en nochevieja, por favor.
-¿YO? -debe ser una broma. Enseguida lo entiendo todo.
-La señora Carmen tiene que ver lo feliz que es su hija conmigo. Te lo ruego. -exactamente lo que pensaba.
-Papá, sorprende a tu suegra con tus métodos.
-Vamos, échame un cable por una vez. -intenta convencerme. Saca la cartera. Bufo enfadada. ¿Va a sobornarme? ¿Mi padre está intentando sobornarme?
-Ni lo intentes. -le digo, apartando su mano.
-¿Qué quieres? Hagamos un cambio. -de repente me siento utilizada. O un intento de ello.
-A veces se te olvida que el trabajo termina a las 2… No vas a negociar más conmigo. Fin de la conversación. -suspira agotado. Sale de la habitación decaído. ¿En qué estaría pensado? Sabe perfectamente que no me gusta Anabel. Lo sabe de sobra. La sangre se me altera. Pocas veces me enervo, pero cuando llego a esta casa no dejo de hacerlo. En el mismo momento llama mi madre. Una sonrisa aparece en mi cara. Podré desahogarme. Nada más descolgar le cuento lo ocurrido en el viaje, la fatal casualidad y la propuesta inapropiada de mi padre. Se echa a reír mientras le narro lo fantásticamente bien que paso las vacaciones.
-Dime, ¿tiene la voz tan aguda como su hija? -pregunta.
-Peor. Voz aguda que nunca calla, mamá. ¡Sácame de aquí! -exclamo. Ella ríe al otro lado del teléfono.
-Hija. -otra vez mi progenitor. Levanto las cejas. -la cena. -susurra al ver que hablo por el móvil, que, como adivinaréis, me compró él. Me despido y cuelgo. No les haré esperar, no quiero oír eso de que no tengo educación una vez más. Pongo la mesa con mi madrastra, siempre tan asquerosamente sonriente.
-¿Cómo fueron las notas? -dudo si intenta ser amable o cotilla. Definitivamente la segunda opción.
-Bien. -contesto seca. -la mayoría son notables.
-Tu padre me dijo que habías sacado muy poco en inglés. Yo podría ayudarte. -vuelve a su molesta sonrisa.  
-No sabía que supieras hablar inglés.
-Y escribirlo. -ríe. ¿Es una broma? No acabo de encontrarle la gracia, pero carcajeo falsamente. Termino de colocar los vasos. Mi, ¿abuelastra?, está ya sentada, esperando que le sirvan la comida. Se coloca la servilleta en las piernas y agarra los cubiertos. Anabel sirve el pescado. A la vieja se le salen los ojos. La dorada llega a su plato y es devorada a la velocidad de un rayo. Me trago la risa al captar el asombro de mi padre. Aún no he terminado de quitar las espinas y ella ya ha terminado.
-¡Qué lenta! -se queja. Ya tardaba. -yerno, ¿qué comeremos mañana?
-Habrá que tirar la casa por la ventana. No todos los días se acaba el año. -se incorpora. Es gracioso ver a mi padre así. Está tan tenso.
-¿Habrá langosta entonces?

-Lo que usted quiera. -dice. Menudo pelota. 

No quiero imaginar la noche que me espera. Creo que será la más deprimente de mi vida…y de la historia.

sábado, 17 de enero de 2015

DETRÁS DE TI

Después de algo más de un año escribiendo "El mayor desafío de la vida es vivir", comienzo algo nuevo. Diferente. Con la anterior novela disfruté muchísimo, y me sentí realmente querida con vuestro apoyo. No tenía ni idea de la de cosas que me podrían traer la novela aquel día en el que me senté frente al ordenador y tecleé el primer capítulo. Hoy día, me siguen llegando comentarios. Gente nueva que se suma a la historia de Malú y Marina. Me hace sentir genial pensar que vosotros dediquéis parte de vuestro tiempo a leer algo que yo misma he escrito. Soy pesada, y lo digo mil veces, pero es verdad. Que aprecien tu trabajo es lo mejor que te puede pasar.
Pero ahora toca un punto y a parte. Un nuevo párrafo. Ilusión y muchas ganas de compartir una nueva historia de amor con vosotros, los que seguís aquí, y los que os uniréis, espero. "Detrás de ti" narra, en primera persona, la vida de una chica de 17 años. Irene vive entre sus dos padres. Los fines de semana se traslada a Madrid para estar con su padre y la novia de éste, una chica mucho más joven que él. El resto del tiempo lo pasa en Málaga, junto a su comprensiva madre y sus dos mejores y únicos amigos. Tras la desastrosa relación amorosa que veremos en los primeros capítulos, el verdadero amor llamará a su puerta, o más bien, a su bandeja de entrada. Sin embargo, esa persona esconde algo que pondrá a Irene en un conflicto mente-corazón...