jueves, 5 de febrero de 2015

Capítulo 4. CONFESIONES

Me dirijo a casa arrastrando mi pesada maleta. Las calles están oscuras, las farolas, casualmente, parpadean. De repente, todo se vuelve sospechoso. Un aire frío parece frenar mi paso. Las sombras de los árboles intentan atraparme. Odio ir sola por la noche.
-¡Chica! ¡chica! -una voz ronca y grave parece apelarme. Acelero el paso. Solo me quedan dos pasos de cebra para llegar a mi edificio. -¡eh, tú! -estoy muy asustada. El corazón me bombea muy deprisa, puedo notar la sangre circulando por mis venas. La respiración se me alborota. Mis piernas corren lo máximo que pueden. -¡no corras! ¡para! -cierro los ojos muy fuerte. Sé que no servirá de nada, son mis oídos los que oyen esa voz aterradora. -¡¡tus llaves!! -me detengo. Meto mis manos en el bolsillo. Mis llaves…
-¿Acaso no me has oído? -un hombre bajito ríe acercándose a mí. -ten cuidado, no las pierdas. -sonríe. Me siento estúpida. Le agradezco el gesto y camino más tranquila. Soy tan asquerosamente desconfiada… Debería de tener un poco más de fe en el ser humano. No todos los hombres que te rodean en la noche son violadores.
Al llegar al quinto piso entro en mi hogar. Suspiro sin pretenderlo. Por fin aquí. Oigo el chancleteo descuidado de mi madre. Viene a abrazarme.
-¿Cómo estás, cariño? -me peina con sus manos. -¿has cenado? ¿no vienes muy despechugada? Mañana estás resfriada seguro. -en el fondo echaba de menos sus interrogatorios exprés.
-De una en una, mamá. -bromeo. -estoy bien, he cenado y he bebido algo de más, creo que una sudadera y un chaquetón son capaces de soportar 5 graditos. -frunce el ceño.
-¿Qué has bebido? ¿cuánto?
-Vamos, ya soy mayorcita. -me excuso. Llevo la maleta al cuarto intentando escapar de la mirada acechadora de mi madre.
-No te digo que no bebas, solo que tengas cuidadito. -se apoya en el marco de la puerta.
-Sabes que soy responsable.
-Me sigues pareciendo tan pequeña… -me mira como si fuera aún un bebé de cuatro meses. Lo peor es que sé que nunca cambiará. Soy su única y mimada hija. -te he preparado ese flan que tanto te gusta. -no debería de comer más, pero el flan de mi madre es el flan de mi madre.
-¿Flan de confesiones? -pregunto. Puede ser que esto sea trampa.
-Flan de confesiones. -y sale de la habitación. El flan de confesiones solo se hace para confesiones, obviamente. No paro de darle vueltas al tema. ¿Qué novedades tendrá? ¿Y si ha encontrado a alguien…? Mi ausencia le ha dado libertad y no sé si quiero tener a un tío merodeando por casa. No quiero un "Anabelo".
Me siento junto a ella en el sofá. Noche de chicas con flan de confesiones. ¿A dónde irá a parar esto?
-Y bien… -comienzo.
-¿Yo? -pregunta. ¿Pero qué…? De pronto no entiendo nada. -aquí la tiene que confesarse eres tú.
-Joder, me habías asustado. -respiro aliviada. No "Anabelos" por el momento. Mi madre se desternilla mientras mastica su delicatesen.
-Tienes que contarme todo. -y no dudo en hacerlo. Incluso le cuento la historia sobre el chico de los ojos azules. Sé que a ella no puedo (ni quiero) ocultarle nada. -¿no tienes una foto por ahí…?
-¡Pero si ni siquiera sé cómo se llama! -exclamo. Pone cara de disgusto. Realmente siente curiosidad. -además, "mister carrefour" tiene novia.
-¿Mister qué…? -y se parte de risa al oír el mote que le he puesto. Tengo la enorme suerte de tener una madre que me comprende. Sabe escucharme y reírse conmigo. Es como la amiga que nunca voy a perder, pero que sabe dónde está el límite. Cuando debe ponerse dura, lo hace. Cuando me paso, tira de mí. Yo la concibo como la madre ideal, aunque imagino que vosotros diréis lo mismo de las vuestras. O no…
-¿Y tú qué hiciste en fin de año? -me intereso.
-Comí con tu abuela y tus tíos. -dice. -luego me fui de cotillón con Jesús y "la Mari". -éstos son los padres de mi gran amigo. Esos que tan bien se llevan con mi familia. Son una piña, una secta de cotilleos. -y… bueno. -sonríe. Aquí vendrá la parte en la que conoce a alguien. ¿Qué os apostáis?
-¡Suéltalo ya! -le chillo.
-¡Me harán un ascenso! -exclama emocionada. Grito con ella. Sé cuánto lo buscaba. Y también soy consciente de cuánto lo merecía. Ha pasado de estar repartiendo paquetes de Correos a estar en la misma oficina. Ahora cobrará los envíos, pesará los repartos y demás. Esas cosas aburridas que se hacen. Sinceramente, nunca trabajaría en ello. Es más, creo que tarde o temprano desaparecerá ese tipo de trabajo. El día en que se potencie la impresora 3D, porque sé que ya existen, mi madre se quedará en paro.
El móvil lleva un rato parpadeando. La curiosidad termina por picarme y lo miro mientras mi madre acude al baño. Tengo un mensaje de Pablo: ¿qué te parece si quedamos por la mañana? Acompañado de varios iconitos divertidos. Me hace reír. En seguida tecleo mi respuesta: ¡Claro! Le pregunto a Sonia a ver si puede. No me da tiempo a apartar la mirada cuando ya ha contestado: No. Sonia no.
-¿Quién es? -cotillea mi madre, que ya vuelve.
-Nada, Pablo. -le digo. Ella sonríe, sentándose a mi lado de nuevo.
-Se está poniendo fuerte. -ríe. -menudo vicio de gimnasio ha cogido.
-Sí, bueno, ya le conoces. Cuando se le mete algo en la cabeza… -muevo los dedos a lo largo del teclado: ¿Por qué?
-Pues anda que están para gastos… -opina.
-¿Y eso? -no sabía que tuviesen problemas de dinero… ¿Por qué no me contó nada?
-Se les ha estropeado la caldera y el seguro no cubre nada. Menuda gracia… -resopla. El teléfono vibra entre mis manos: bueno, me apetece estar contigo a solas… ¡Buenas noches! Descansa. ¿Pero qué mosca le habrá picado? Quizás ha pasado algo entre ellos y yo no me he enterado. ¿Se habrán mosqueado por alguna otra gilipollez? Está claro que sin mi racionalidad no pueden convivir juntos. -qué borde. ¿No le das las buenas noches?
-Mamá, ¿me estás mirando la conversación?
-¿Pues no lo ves? -a veces mi madre me deja helada. Completamente helada. Cierro la conversación para que no pueda leer más. -¿para qué querrá estar contigo a solas? -empieza a reír. -qué niño tan rarito.
-A saber. Seguro que se ha picado con Sonia. Siempre están chocando. Ella asiente, dándome la razón.

Llego tarde, como siempre. Han pasado más de diez minutos desde la hora en la que supuestamente habíamos quedado y aún no me he puesto los zapatos. Los ato apresuradamente y quedan colgando de cualquier manera. Me pongo la chaqueta camino del ascensor. Lo primero que veo al salir de él es a Pablo tras los cristales del portón. Lleva su chaqueta negro de siempre y los pantalones mostaza. Es tan gay vistiendo, aunque le moleste que lo diga.
-¡Lo siento! -me disculpo.
-Si no bajas tarde, no eres tú. -bromea. Le tiro de la oreja y se retuerce de dolor.
-Por cierto, ¿dónde vamos?
-Ya lo verás.
-A parte del gimnasio te ha dado por el misterio, ¿o qué?
-Puede ser. -ríe.
-Me das un poco de miedo, Iker Jimenéz. -le hago reír. Tras caminar unos diez minutos, el señor misterioso frena de golpe. Se sienta en las barandas desgastadas que rodean una zona de arbustos y árboles y me invita a su lado.
-Mira. -señala un edificio abandonado. Está desgastado, las persianas cerradas y un cartel con las letras caídas. No muy lejos hay algunos juegos infantiles. Un columpio sin los asientos, un tobogán completamente oxidado y un sube y baja sin asientos. -es nuestra guardería.
-O era. -corrijo. -¿por qué me traes aquí?
-Es el sitio en el que nos "hicimos amigos". -dice. -ya sabes, antes de entrar nos pegábamos todo el rato.
-Pero la conveniencia por no ser unos marginados nos unió, supongo. -carcajeamos.
-Quizás fue eso, o que fui un pequeño muy listo que supo escoger a una gran chica para ser su mejor amiga de por vida. -me quedo paralizada. ¿A qué vendrá todo esto? ¿Es nuestro "amianiversario"? ¡Pero si nosotros no tenemos de eso! -¿por qué me miras así?
-Tus declaraciones me dejan flipada. -confieso. -¿a dónde quieres llegar? -resopla fuertemente.
-Es complicado. -se rasca la nuca y hace una mueca. Mierda, se está poniendo serio.
-No me habrás puesto los cuernos. -intento disfrazar la tensión con un poco de humor barato.
-No, no es eso. -sonríe. -esto te va a chocar. -me advierte. Siento un escalofrío recorrer por mi brazo. ¿Me ha cogido la mano? Suelta una risa nerviosa. -verás... -comienza a darme miedo.-bueno, que me gustas. -suelta. Con su confesión libera una oleada de frío. Noto como sus mejillas toman un color rojo fresa, y sus pupilas miran al suelo. Noto su deseo de desaparecer. Casualmente, me pasa lo mismo. Noto el calor en mi cara, el temblor de mis dedos escondidos en sus enormes manos. Me ha sorprendido. No me lo esperaba para nada. Ni en mil años me lo hubiese imaginado. Siento una incómoda sensación en mi estómago. -y llámame loco, pero sí, me he enamorado de mi mejor amiga.

4 comentarios:

  1. El principio es genial. Pobre hombre bajito que solo quería darle las llaves... quién sabe la de gente que nos perdemos por conocer por ser unos desconfiados!! Lo de "he bebido de más" a la madre es de golfa máxima eh jajaja
    Y bueno... esa forma de declararse; llevando a la mega desconfiada Irene a la guardería... ay qué forma más cutre de declararse tiene Pablo!!! Unas clases le hacían falta!!! Jajaja
    Muerto me hallo por saber qué pasa después de la declaración de su amigo....
    Chanchanchaaaaaaaan!!!
    Besos,
    Tu fiel admirador medio secreto,
    Javi
    XX

    ResponderEliminar
  2. Sube pronto el siguiente. :)

    ResponderEliminar
  3. Por que ya no subes capitulos?

    ResponderEliminar
  4. Seguí en su momento la novela de Malú y Marina y a día de hoy sigo volviendo a leerla, pienso que es una maravilla. Entonces descubrí esta y siempre pensé que seguirías con ella. Tal vez sea un poco tarde pero no lo demasiado, puedes retomarla y créeme, tendrías público detrás de ti, nunca mejor dicho. De todos modos, me gusta como escribes, sigue con ello. Un abrazo.

    ResponderEliminar